lunes, 23 de julio de 2012

AZUL Y ROJO

A Jader C., siempre bajo el recuerdo.
I

Rodrigo: La de azul.
Mario: La de rojo.
Rodrigo: Ombe, Mario, te digo que la de azul es la más bonita.
Mario: No. La que tiene la blusa roja. Mírale ese cabello; mira que bien peinado lo trae. Yo sé de esto más que tú.
Rodrigo: ¿Quieres apostar?
Las dos muchachas hablan intranquilas. Desde hace un rato se han percatado de los muchachos  que las miran con insistencia y se secretean entre ellos. Una se llama Laura, la otra lleva por nombre Mirtha. No pasan de los quince años, aunque aparentan más. Mario tiene igual edad. Rodrigo es un año mayor.
Laura: ¿Qué querrán esos?
Mirtha: No lo sé. Preguntémosles.
Laura: No. Esperemos un rato para ver qué hacen. Se ve que son unos idiotas.
Mirtha: Siempre andas con ese mal carácter. Así no vas a conseguir novio.
Laura: Tener novio es lo que menos me importa.

II
Mario: Te digo que la lleva el vestido rojo está mejor. Parece que no vieras esa cara linda que se trae.
Rodrigo: Hagamos una cosa, caminemos cerca de ellas haciéndonos los distraídos y las miramos bien.
Mario: Hagámoslo.
Mirtha: Mira, mira, ahí vienen. Creo que se nos van a acercar. Pretenden hablar con nosotras.
Laura: No hagas nada. Ellos no vienen hacia aquí. Deja que pasen.
Mirtha: ¿Cómo lo sabes?
Laura: Te dije que eran unos idiotas y eso es lo que hacen todos lo idiotas.
Mirtha: Algo de razón debes tener.

III
Rodrigo: Hace un buen clima… ¿Verdad, Mario?
Mario: ¡Sí, la tarde está excelente!  Así es que vale la pena salir a pasear por este parque.

IV
Laura: Son unos completos idiotas. Ya te lo había dicho.
Mirtha: Sí. Mira que hablar de lo bueno que está el clima. ¡Si ya hace frío!
Laura: ¡Shiii, baja la voz!
Mirtha: Disculpa, pero… ¿Qué pretendían esos con pasar delante de nosotras?
Laura: Todos los muchachos son así, sin importar quién o de dónde sean no cambian en nada.
Mirtha: A veces pareces tener la razón.
Laura: Es porque siempre la tengo.
V
Mario: ¿Las viste?  Rodrigo.  ¿Las viste?
Rodrigo: Sí, las vi.
Mario: ¿Y?
Rodrigo: La que lleva el vestido azul es la más bonita.

VI
Mario se da cuenta que Rodrigo no se atrevió a mirar a ninguna de las muchachas. Como mínimo habrá mirado su sombra al caminar, piensa, de lo contrario estaría de acuerdo conmigo; la de azul es agraciada, no se puede negar, pero la que lleva la blusa roja es delgada, elegante y, sobre todo, inspira ternura. Era indiscutible que Rodrigo no había observado a ninguna de las dos.

VII
Mario: ¿Por qué te gusta la de azul?
Rodrigo: No lo sé, sólo me gusta.
Mario: Eso no responde mi pregunta
Rodrigo: Ya te dije que no sé. Me gusta, eso es todo.
Mario: No la miraste ¿Verdad?
Rodrigo: Sí la miré, sólo que no muy bien,  pasamos muy rápido.

VIII
Mirtha: ¿Crees que hayan pasado para vernos?
Laura: De pronto, recuerda que son unos tontos.
Mirtha: Eso me parece lindo.
Laura: Eso es tonto.
Mirtha: No es tonto. Mira que pasar por aquí, sin conocernos, sólo para vernos. Imagínate lo difícil que debió ser para ellos.
Laura: Imagínate lo fastidioso que es para mí
Mirtha: Vamos a acercárnosles.
Laura: Si quieres ir, ve sola. Yo con ellos no hablo.
Mirtha: Anda, anímate.
Laura: Está bien, vamos con ellos.
IX
Mario: Rodrigo, ahí vienen.
Rodrigo: ¿Vendrán hacia nosotros?
Mario: De eso puedes estar seguro.
Rodrigo: Has parecer como que no las hemos visto.
Mario: Ya se dieron cuenta.
Rodrigo: Entonces callémonos y trata de no embarrarla.
Mirtha: Hola.
Mario: Hola.
Hablaron hasta que se les hizo tarde, por lo que los muchachos tuvieron que despedirse (haciéndolo despacio por cortesía, la cual, Mario consideraba necesaria).
Mirtha: Te dije que eran tiernos.
Laura: Sí, tenías razón.
Mirtha: Y si te fijas bien, se les notaba que no se querían ir.
Laura: El que mucho se despide pocas ganas tiene de irse, decía mi abuela.
Mirtha: ¿Y ahora?
Laura: Esperar a verlos otra vez.
Mirtha: A mí me gustó el que se llama Mario.
Laura: Rodrigo es más lindo.
Mirtha: ¿Quieres apostar?
Laura: No, es cuestión de gustos: eso es todo.
X
Rodrigo: Eran feas.
Mario: Los sentidos engañan.
Rodrigo: Por qué te demoraste tanto despidiéndote.
Mario: Siempre hay que andar con la decencia a cuestas, eso es clave en la vida, bueno así decía mi abuelo, aunque nunca lo he entendido.
Rodrigo: Mirtha es la más fea. Además es demasiado romántica.
Mario: No, Laura es la más fea y tiene mal carácter.
Rodrigo: ¿Quieres apostar?
Mario: No, ya no apuesto más sobre esas cosas en las que siempre terminamos perdiendo los dos.



HORA PICO

Miras el reloj y sabes que es tarde. Sigues viendo TV, consumiendo la basura que algunos llaman séptimo arte. La película es francesa y no pasan subtítulos. Es el medio día, la hora del almuerzo. Tus entrañas comienzan a exigirte, a protestar. Estas a la mitad de la película, cuya duración no conoces ni te interesa saberlo.


Afuera se escucha la vida. La hora pico se hace sentir. Todos van como locos en busca de aquello que tu estomago te pide. Afuera está la gente normal. Gente con estrés, con cansancio en sus huesos, con cientos de neuronas muertas, con esposas ninfomaníacas, con hijos que son buenos estudiante, que se interesan por el sexo, por tomarse una cola a las doce del día, por los video juegos con héroes polimórficos, que hunden sus mentes en sensaciones electrónicas. A fuera la cotidianidad continua. Miles de carros pitando, blasfemando. A fuera se escucha la radio, la música. Se oyen cantantes que incitan a mover el trasero, a deshacerse de las normas y la ética, de las costumbres nativas. Afuera está la vida. Y tú continúas viendo la película, sin entender francés, sin saber siquiera de qué se trata, ni conocer a esos que se autonombran actores. Sentado sobre la silla, sobre el peso de de tus huesos, de tus glúteos.

La película es mala, lo sabes. Aunque no tengas conocimiento sobre la crítica del cine. No hay que ser un experto para conocer ese tipo de cosas, piensas. Un pensamiento, algo extraño, tus capacidades mentales en movimiento, un razonamiento que se ha puesto en marcha, la reunión de tus conocimientos acumulados durante toda la vida, un pensamiento, algo irónico, más aun cuando pudres tu mente viendo a una pareja besarse con pasión. ¿Será que la habrá besado así en la vida real? siguen tus pensamientos ¿Le habrá pasado su brazo por detrás de la espalda, la habrá acercado hacia él, le habrá visto los ojos directamente, le habrá dicho una palabra hermosa, rayando en la cursilería, habrá tocado sus labios con los suyos? Y de pronto la palabra, esa palabra que lo acaba todo, corten, corten, corten, quedó estupenda la toma, será un éxito. Te imaginas como hablarían en su francés pedante, felicitándose a ellos mismos, enredados en ese idioma que jamás te interesó saber, sobre el que te dormías en el colegio y pasabas los mejores sueños.

Miras el reloj y sabes que es tarde. Y el calor hace su presencia. Tanto a fuera como aquí, encerrado y apartado de aquellos que se consideran normales, viendo algo que no entiendes, con la entrañas exigiéndote, con el tiempo, que cada vez pasa más lento y el aire pesado que se instala a ésta hora.

La película se está acabando. Lo sabes porque los personajes han dejado de tener sexo y eso siempre pasa al final de toda película, así sea francesa. ¿Podrán hacer una película sin sexo? En estos días es difícil, piensas. Otro pensamiento, de nuevo la maquinaria mental que se ha puesto en marcha, neuronas que comienzan a activarse a vivir, imposible, porque hablar de sexo, mostrarlo, imaginarlo en todas sus posibilidades se ha vuelto común, decir sexo es estar bien informado, aunque no sepas cómo se practica ni para qué sirve, aunque sólo lo hayas visto en las revistas. Amor de película sin sexo, difícil de imaginar, sólo en Disney, aunque no creas que los enanos se aguantaron la tentación de estar junto a Blanca Nieves.

Miras el reloj y sabes que es tarde. Ves los créditos al final de la cinta, al director, los productores, asistentes y todos los que no tienen importancia conocer. Es tarde, lo sabes. Tienes hambre, pero la hora de comer ha pasado. Ya todo ha vuelto a ser como debe: el estrés en el trabajo, los bancos atestados de colas sin fin, tráficos sin cogestión, mujeres satisfechas por sus maridos, el calor rutinario: la vida que sigue, la monotonía de cada día, de cada existencia.

Miras el reloj y sabes que es tarde. Y te quedas sentado, frente a la TV, sin ánimos ni esperanza alguna, esperando la cena para la que aun es temprano.

          Creo que ya es de tarde porque el calor ha pasado y la claridad detrás de las cortinas ya no se nota como cuando el sol pega de frente en la ventana y el resplandor amarillo porque me sé los colores aunque mamá diga que no sé nada y me pegue cuando cuando algo me sale mal se ve con fuerza y comienza a cambiar del amarillo a un color naranja que distingo bastante bien del amarillo porque con este viene el calor y en el naranja se siente el fresco que tanto me gusta y hermano me saca a la puerta y noto el circulo que se mueve hasta que ya se no deja ver más porque las montañas porque también conozco las montañas porque papá y hermano hablan de ellas y yo los escucho no me deja verlo más y se hace oscuro y veo los puntitos en el cielo que también conozco y siento los bichos picando mis brazos en vez de otra parte del cuerpo porque mamá dice que tengo azúcar en los brazos y veneno en el resto del cuerpo y me salen ronchas que me duelen y que hermano me cura antes de dormir. Creo que es tarde porque mamá que se acerca y me mira pero no me dice nada sino que pasa de largo como si se fuera a otra parte y todos están así desde esta mañana y nadie se  hace cargo de mí ni me determinan sino que paran haciendo la cruz y llorando pero yo no me hago la cruz ni lloro porque papá me enseño a hacerme la cruz antes de acostarme en las noches y también sé del hombrecillo desnudo que se guinda de ella y no entiendo nada y odio desconocer las cosas porque mamá me pega cuando desconozco algo y hermano la regaña y le grita pero hoy no me han pegado ni hermano ha discutido con mamá ni papá se ha acercado donde mí y me ha saludado porque sólo veo a mamá llorando y a la gente de la que nada sé porque son pocas las personas de las que sé además de papá-mamá-hermano y no sé quienes son esos que a veces llegan a casa y papá les dice que me saluden y me saludan pero yo no les digo nada porque me da miedo la gente que no conozco y papá les dice que cada día es peor que son pocas las esperanzas que los médicos dan  y mamá se enfurece porque es impropio andar contando las cosas de la casa a la gente de la calle pero hoy nos se ha puesto furiosa con nadie sino que se ha paso llorando y caminando de un lado para otro y hermano anda igual y toda la gente que no conozco porque la casa esta llena de gente y quiero ir a fuera pero mamá no me determina ni mucho menos papá al que falto por ver y es raro que no lo vea porque él siempre se acerca y me da un beso en la frente y me gusta y quiero decirle que me gustan sus besos en mi frente pero intento y no  puedo aunque antes podía y le decía Quero mucho pá y él me sonreía y le contaba a hermano que yo le había hablado y hermano venia hacia mí y me sacaba a dar un paseo diciéndole a papá que eso me haría bien y mamá se oponía porque ella siempre se opone a que me lleven lejos de casa pero ya no he vuelto a hablar y por eso nadie me saca a pasear hoy. Veo que mamá llora bastante más que hace un rato y sólo porque han traído una caja larga de madera que yo conozco porque papá me enseñó lo que es porque en ella se acostó papá de papá y todos lloraban como ahora menos papá que me abrazaba y me decía que todos nos acostaríamos en la caja larga de madera y no nos despertaríamos más porque ese sueño es mejor que todos lo sueños hemos tenido y yo no entendía pero no lo mostraba que no entendía para que mamá no me pegara por eso espero que papá venga y me bese la frente y me abrace pero en vez de papá viene hermano y me besa la frente y me toma de la mano y me ayuda a levantarme y veo por la ventana abierta que el color naranja se a ido y que fuera de la casa es oscuro y pienso que hermano me lleva allá afuera a coger fresco y a que me piquen los zancudos para curarme antes de dormir pero me lleva con mamá que me ve y besa mi frente y es la primera vez que me besa la frente y me dice que me despida de papá y me agarra por el brazo y vamos donde está la caja larga de madera y veo que papá está acostado en la caja larga de madera y sé que se ha acostado a dormir y que no se levantará más porque quiere dormir mejor que todas las veces que lo ha hecho como me dijo y sé que no habrá más besos en la frente ni más sonrisas cuando hable y que me va a tocar esperar a que me den ganas de dormir en la caja larga de madera para encontrarme con él en el sueño porque sé que todos nos encontraremos en el mismo sueño y que mamá no me pegará en ese sueño pero me toca esperar porque papá me dijo que tenía que esperar y no sé cuánto espere pero papá me dijo que serían muchos momentos amarillos y naranjas y que un día sin darme cuenta estaré durmiendo y no yo no entendía por eso le hago caso a mamá y beso la frente pálida de papá.

domingo, 27 de febrero de 2011

Santa Marta a medio día

Tira a una muchacha de un edificio a medio día, teniendo cuidado con aspectos tan formales como la altura o a la fuerza con la que es lanzada. Espera a que el cuerpo caiga y haga ese sonido característico al chocar contra el pavimento. Luego mira a los curiosos que se acercan, mira sus caras horrorizadas, sus ojos sorprendidos. En todos ellos notaras que, al menos por ese día, algo interesante ha pasado sus vidas y podrán contarlo a sus hijos, nietos y amigos. Mira a las personas que van en sus carros y se detienen para calmar sus ganas de chismorreo. Alguno de ellos tendrá una excusa para llegar tarde a su trabajo y no verle la cara a su malgeniado jefe. Mira a los vecinos que se asoman a las ventanas para ver lo que ha ocurrido. Una parte se preguntará “quién es esa linda mujer ha caído de forma tan espantosa”. A otros, por el contrario, les dolerá la caída más que a la propia mujer, pues son a quienes ella le debía. Al final, todos te mirarán y te reclamarán porque “en Santa Marta no se tira a una linda mujer de un edificio antes del almuerzo”. Uno de ellos, con certeza, se te acercará, llevando en su mano un manual de urbanidad, donde explique las correctas normas a seguir al momento de lanzar a una mujer de un edificio a medio día.